El artículo es el siguiente:
DON FLORENCIO
Tras una guerra de la que más o menos logró
salir indemne, para librar la batalla diaria del sustento, Don Florencio eligió
la profesión de enseñar en unas tierras donde se ganó a pulso el pan y el
respeto. En jornadas agotadoras, con las
Matemáticas siempre a cuestas, peregrinó a lomos de una Peugeot por todos los
caminos de la sierra cordobesa, de Villanueva de Córdoba a Azuaga, hasta llegar
a convertirse en un profesor de leyenda.
Arriesgado inversor en acciones
vida – consiguió amasar un magnífico capital de diez hijos –, los números rojos
iluminaban cada final de mes su cuenta corriente. Él que tantos números hizo a
lo largo de su existencia no logró dominar del todo el lenguaje matemático de
las cajas de ahorros.Firme defensor del esfuerzo como motor del progreso
humano, luchando contra viento y marea, convirtió una maltrecha Escuela del
Trabajo de Peñarroya, en un referente ejemplar de la Formación Profesional
de nuestra por entonces maltrecha España. Hoy esa Escuela lleva el nombre de
Florencio Pintado. Él, que hasta donde pudo rehuyó agasajos, ostentó esa
distinción con el mayor orgullo.
Cofrade supernumerario de la
hermandad de la difícil sencillez humana, supo ganarse un lugar en el corazón
de aquellos con quienes trataba. Ávido de saberes, nada de lo que pasaba en
este mundo convulso pasaba desapercibido ante su lúcida mirada. Aunque el paso
del tiempo le proporcionó su ración inexorable de arrugas jamás se arrugó su
ánimo y supo estar en el mundo y vivir la vida con la fe del optimista
inteligente.
Por eso, a Don Florencio, así
era conocido en toda Peñarroya, partidario convicto y confeso de la vida, le
costó morirse, sobre todo porque a sus ochenta y cuatro años ni por un asomo
pensó perderse todo lo que la ciencia anuncia para el nuevo siglo. Adicto a la
inteligencia en cualquiera de los campos en que, frente a la sinrazón, ésta se
manifestase, por más méritos profesionales que alcanzó, por más elevado que fue
el reconocimiento público que obtuvo, su mayor galardón fue ser siempre y en
toda circunstancia una persona buena. Una persona buena que no fue querida sino
venerada por su familia.
Y para que conste allí donde
proceda, así lo afirmo.
Antonio Monterroso
28/10/01