miércoles, 5 de marzo de 2014

LAS CONSTRUCCIONES DE ESTILO FRANCÉS EN PEÑARROYA-PUEBLONUEVO


La llegada de los primeros franceses a Peñarroya–Pueblonuevo en 1810

Los primeros franceses de los que se tienen noticia en el Valle del Guadiato, fueron los integrantes de los ejércitos napoleónicos llegados después de la segunda toma de Córdoba en 1810, tras la que dividieron el norte de la provincia de dos Partidos Militares de 4ª clase, los de Belalcázar y Espiel, este último con jurisdicción sobre las villas de Belmez y sus aldeas una de las cuales era la de Peñarroya; Fuente Obejuna y las suyas; Villanueva del Rey y Valsequillo. Establecieron guarniciones en Espiel, Belmez –donde también acondicionaron el castillo- y Fuente Obejuna. Derrotados por las fuerzas anglo españolas procedentes de Portugal, los franceses no volverían a estas tierras hasta mediados del siglo XIX, con ocasión del periodo llamado de la fiebre del carbón, que se vivió entonces. Esta vez con los técnicos y el capital (franco-belga) necesarios para explotar los yacimientos de carbón, hierro y  otros metales  y  para construir los ferrocarriles que permitieran su exportación hacia la capital de España  o hacia el importante puerto de Málaga.

La necesidad de instalarse en las cercanías de las explotaciones al no existir carreteras y caminos adecuados en la zona, así como la débil infraestructura urbana de las poblaciones cercanas, hizo que las empresas explotadoras se planteasen la necesidad de construir viviendas dignas para sus ingenieros, técnicos y altos empleados que, en el caso del entonces Pueblonuevo del Terrible, aldea belmezana, se tradujeron en el proyecto que la Société Houlliére et Métallurgique de Belmez llevó a cabo a partir de 1882 –cuando apenas daba sus primeros pasos la recién creada Société Minière y Métallurgique de Peñarroya en París, la SMMP- sobre la dehesa de Navapandero. Se trataba de construir, en el contexto tan en boga en la época, edificaciones del tipo «Ciudad-Jardín» -por lo que este barrio sería conocido popularmente como Los Jardines entre los peñarriblenses- con tres tipos de viviendas siguiendo un esquema que se repetiría frecuentemente: edificaciones exentas, aisladas o pareadas, y con su eje longitudinal cruzándose en vertical, que se destinarían a ser ocupadas por empleados según su importancia en el organigrama empresarial. Estaban ajardinadas en su parte delantera, junto a las habitaciones consideradas como más nobles de la vivienda: el salón y el comedor, que eran en las que se hacía la vida social, quedando en la parte de atrás dormitorios y cocina, tras cuyos muros existiría un patio y, en ocasiones, un enorme traspatio que se convertiría en huerta y corral para la crianza de animales domésticos.

El agua para el consumo y el riego, utilizable por la Colonia y poco más, no faltó desde la prolongación del ferrocarril de  Peñarroya pues la conducción corría paralela a  la vía para suministrar las necesarias aguadas de las locomotoras de vapor- desde los primeros años del pasado siglo XX. Luego se empleó también el agua  no potable, proveniente de los pantanos de San Pedro y del Guadiato construidos por la empresa durante la Gran Guerra, ampliándose el suministro a buena parte de la población terriblense.
 Mª Elsa Menéndez